martes, 22 de enero de 2008

Confesiones de un tipo feo





Yo soy tan feo que cuando nací el médico preguntó donde estaba la cámara oculta; me tiró al aire al grito de “si vuela es un murciélago”. En serio, bien feo, cuando nací el doctor me dio la cachetada en la cara. Incluso, mi mamá no sabía si quedarse conmigo o con la placenta. Como era prematuro me metieron en una incubadora... con vidrios polarizados. Mi madre nunca me dio el pecho porque decía que sólo me quería como amigo, así que en vez de darme el pecho, me daba la espalda. A los 3 meses aprendí a caminar, porque nadie me alzaba; me acariciaban con una rama.

Ni hablar de mi papá, que llevaba en su billetera la foto del niño que venía cuando la compró. Una vez me exhibió en una feria… por teléfono. Otra vez me llevó al zoológico, y los monos me tiraron galletitas. Cuando me secuestraron, los secuestradores mandaron un dedo mío a mis padres para pedir recompensa. Mi madre les contestó que quería mas pruebas.

Tuve que trabajar desde chico. Trabajé en una veterinaria y la gente no paraba de preguntarme cuánto costaba yo. El psiquiatra me hacía acostar boca abajo. Me dijo un día que yo estaba loco. Yo le dije que quería escuchar una segunda opinión. "De acuerdo, además de loco es usted muy feo", me dijo.

El último deseo de mi padre antes de morir era que me sentara en sus piernas… lo habían condenado a la silla eléctrica. Y sí, soy tan feo que me miraban dos veces porque la primera no se la creían. Encima, me echaban del tren fantasma porque "asustaba demasiado".

Pero bueno, no todo en mi vida estuvo mal… cuando fui a la casa de los espantos, regresé con una solicitud de empleo. Y aunque tiré un boomerang y no regresó nunca más, cuando fui a buscarlo me atropelló un auto y quedé mejor… Ahora me parezco a Oggi Junco.

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